domingo, 6 de mayo de 2012

Flaubert, corrigiendo Madame Bovary


Para escribir hace falta una voluntad sobrehumana, y yo no soy más que un hombre. [...] ¿Sabes cuántas páginas habré hecho de aquí a ocho días, desde que volví de París? Veinte, veinte páginas en un mes y trabajando cada día lo menos siete horas.
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Desde que me viste he hecho veinticinco páginas en limpio (veinticinco páginas en seis semanas); han sido duras de pelar; mañana se las leeré a Bouilhet. Por mi parte, tanto las he trabajado, copiado y vuelto a copiar, cambiado, manipulado, que por un momento no veo nada; pero creo que se sostienen. [...] Amo mi trabajo con un amor frenético y perverso, como un asceta ama el cilicio que le araña el vientre. A veces, cuando me siento vacío, cuando la expresión se me niega, cuando, después de emborronar largas páginas, descubro que no he hecho una frase, me derrumbo sobre el sofá y allí me quedo embrutecido, en un charco interior de aburrimiento.
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La noche del domingo me coge en una página que me ha llevado todo el día y que está lejos de estar terminada. La dejo para escribirte, y por otra parte me llevaría quizá hasta mañana por la noche, pues como muchas veces paso varias horas buscando una palabra y tengo que buscar varias, pudiera ser que tuvieras que esperar toda la semana próxima si esperara al final. [...] Si supieras lo que tacho y qué lío son mis manuscritos. Tengo hechas ciento veinte páginas y he escrito lo menos quinientas.
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Llevo siete días en estas correciones, tengo los nervios de punta, me apresuro y habría que hacer esto lentamente; descubrir en todas las frases palabras que cambiar, consonancias que eliminar, etc., es un trabajo árido, largo y, en el fondo, muy humillante.
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¡Por fin ya estoy un poco tranquilo! He emborronado diez páginas de las que resultan dos y media; he preparado otras pocas. [...] Yo no sé lo que será de mi Bovary, pero creo que no habrá en ella ni una frase floja. Esto es ya mucho; el genio lo da Dios, pero el talento es cosa nuestra; [...] La corrección (entendida en el más alto sentido de la palabra) actúa en el pensamiento como el agua de la Estigia en el cuerpo de Aquiles: lo hace invulnerable e indestructible.
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Desde ayer a las seis de la tarde hasta ahora, acabo de copiar setenta y siete páginas seguidas que no hacen más que cincuenta y tres, es embrutecedor. [...] Cuántas repeticiones de palabras acabo de sorprender, cuántos todo, pero, pues, sin embargo; esto es lo diabólico de la prosa, que nunca queda terminada.
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Acabo de poner en limpio todo lo que he hecho desde primero de año, o mejor dicho desde mediados de febrero, porque al volver de París lo quemé todo: esto hace trece páginas, ni más ni menos, trece páginas en siete semanas. En fin, hechas están, creo, y todo lo perfectas que me es posible. Ya no me falta más que dos o tres repeticiones de la misma palabra que quitar y dos cortes demasiado parecidos que romper.
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Voy muy despacio. Me cuesta un trabajo de mil demonios. A veces suprimo, al cabo de cinco o seis páginas, frases que me han costado días enteros. Me es imposible ver el efecto de ninguna antes de que esté terminada, rematada, limada.
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Las correcciones de la Bovary han acabado de matarme, y confieso que casi me pesa haberlas hecho.


(extractado de Gustave Flaubert, Madame Bovary,
trad. de Consuelo Berges, Madrid, Alianza, 1981.)


3 comentarios:

  1. Sin pretender ponerme a la altura del ami Gustave, cuán creíble lo que cuenta acá. Hermoso extracto. Gracias, Pablo.
    Abrazo

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  2. Ana, Avizor, muchas gracias por sus comentarios. Disculpen la tardanza en publicarlos, es que van a moderación y no siempre vemos el aviso enseguida. ¡Gracias!

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