O
melancolia!
Escribí en otro lugar:(1) “La
tarea del corrector en la actualidad está decayendo, es menospreciada o no
cuenta con el apoyo necesario”.
Un poco después, agregaba: “El
equívoco primero... consiste en confundir función con funcionario, oficio con
oficiante, es decir, la tarea con el que la realiza.
La artesanía del corrector
puede estar decayendo, sin duda, pero su función, paradójicamente, es cada vez
más necesaria, en un contexto en el que cada vez menos gente sabe escribir bien; y entiéndase ‘bien’
no sólo en el sentido gramatical (que, en última instancia, no sería nada) sino
en el sentido meramente comunicativo.
(...)
Con la corrección pasa algo
parecido a lo del manual de estilo. Si no existe de derecho, existe de hecho. Alguien la realiza, mal o bien, a
sabiendas o no. Es una función delegable, pero imprescindible”.
Hoy por hoy, suelo pensar que
era demasiado optimista en ese momento...
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