miércoles, 18 de abril de 2012

Stephen King y los correctores



Sin darse cuenta de lo que hacía, Paul reacomodó el rostro en una expresión de sincera concentración, que era la que siempre usaba para escuchar a los correctores. Él la llamaba su expresión “¿Qué-puedo-hacer-por-usted-señora?” Esto se debía a que la mayoría de los correctores eran como mujeres que entran en una estación de servicio y le dicen al mecánico que arregle la cosa que está haciendo un ruido bajo el capot o golpeteando adentro del tablero, y que por favor lo tenga listo una hora antes. Una mirada de sincera concentración convenía porque los incensaba, y cuando los correctores se sienten importantes a veces pueden ceder en alguna de sus imbéciles ideas.

(Stephen King, Misery. El riesgo de la fama, trad. de César Aira,
Buenos Aires, Emecé, 1988, p. 115.) 






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